Exitoso pacto de abril

La sesión del Senado del jueves 18 de abril ofrece múltiples aristas analíticas. Un senador propuso tratar sobre tablas (léase intempestivamente), un proyecto de resolución (cuyo objeto no se reveló)), para ser votado a mano alzada, lo que se aprobó sin constar si se cumplió con los 2/3 de votos afirmativos necesarios. Seguidamente, y tras un conteo visual a velocidad sorprendente, el proyecto fue aprobado en medio de un silencio parlamentario inédito, carente de arrebatados discursos. Concluido el trámite, que según determinaron medios de comunicación duró 1 minuto 52 segundos, se hizo público que los senadores se habían aprobado un aumento en sus ingresos de más del 130%.

Previo a destacar algunas de las valiosas enseñanzas que a futuro deja la sesión, cabe desear entre la esperanza y la ironía, que el exitoso “Pacto de Abril” multipartidario se replique con la aprobación de leyes transformadoras virtuosas en el anunciado “Pacto de Mayo”, por haber quedado en claro que cuando convergen intereses personales, las dirigencias no tienen grietas ideológicas o principistas insalvables. También surgieron aspectos del marketing político, referidos al discurso y a la imagen. Al momento de la votación de la resolución, el secretismo eliminó los discursos. En cuanto a las imágenes, se pueden observar rostros serios, algunos brazos caídos, manos alzadas, y en primera fila de las bancas una “manito” sobresaliendo tímidamente del escritorio, perteneciente al locuaz senador Lousteau, presidente de la UCR, intentado disimular su voto desde lo gestual, así como otros senadores una vez recuperadas sus voces tras la votación, lo hicieron desde lo discursivo, mediante excusas entre banales, infantiles y falaces. La escenografía mostró que quienes tienen la responsabilidad de elaborar y aprobar leyes, también pueden apelar a una práctica que todos hemos utilizado en alguna etapa de nuestra vida, definida con una frase nada académica: “hacerse las o los bolu….”

Pero sería un grave error agotar el análisis en este suceso puntual, pues promover cambios estructurales, más aún con los mismos actores, exige que los eventos políticos no se analicen en forma aislada o encapsulados bajo el mote de “escándalo”, sino que se interrelacionen racionalmente, para identificar la matriz de la decadencia nacional. Esta metodología se puede ejemplificar con dos hechos recientes y casi simultáneos de gran repercusión social: el mencionado aumento de las dietas de los senadores, y el aumento de las cuotas de la medicina prepaga, que en principio parecerían no ofrecer puntos de contacto, pues uno refiere al campo privado y otro al estatal; uno es de pequeña escala (72 senadores) con impacto moral, y el otro afecta a millones de afiliados con impacto económico. Pero si se los compara a través de los términos mercado, regulación, cartelización y porcentaje de los aumentos, las similitudes son sorprendentes y didácticas.

El origen de las reacciones sociales no las causaron los aumentos, sino la desproporción de los mismos (160% las prepagas y 130 % los senadores), en relación al marco social y la inflación. También se asimilaron senadores y empresarios en sus explicaciones parcializadas y engañosas. El término “mercado”, que a nivel elemental refiere al intercambio de bienes y servicios en una economía, implica para el Estado la responsabilidad de fijar marcos regulatorios racionales que aseguren competencia, en lugar de que dicha regulación la realice una “mano invisible” que obligue a que las gallinas (consumidores) estén en el mismo corral que los zorros (proveedores). Pero este principio le es aplicable a los organismos y empresas estatales, que brindan importantes bienes y servicios, pero dejan desde hace décadas en un mismo corral a usuarios y consumidores con los funcionarios políticos y empresarios asociados en la corrupción. También los interrelacionó el concepto de “cartelización”, sea entre los distintos bloques legislativos, unidos para incrementar desmedidamente sus ingresos con un “acting” sobre tablas incluido, y las grandes empresas de medicina prepaga que apelaron a la “mano invisible de mercado” para incrementar sus ingresos a los sopapos, aprovechando el cambio de gobierno, y la mala praxis (la ingenuidad en política no existe), de algunos de sus funcionarios.

No menos grave es que quedó expuesta una práctica creciente desde hace décadas, consistente en un desaforado “libre mercado” salarial y de prebendas políticas en los organismos públicos, injustificados moral y constitucionalmente (artículo 14 bis), en la que en cualquier repartición de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, organismos descentralizados y empresas estatales, sus funcionarios políticos se otorgan los montos salariales y beneficios que se les ocurra, como si el Estado estuviera conformado por áreas de negocios independientes, sean legalizadas o mafiosas. Estos privilegios e inequidades se reflejaron en el contrapunto que el aumento que se otorgaron los senadores provocó entre distintos políticos respecto a quién ganaba más o ganaba menos. En estos cruces no se salvó ni el vocero presidencial Adorni.

Buenos Aires, 24 de abril 2024